domingo, 30 de diciembre de 2007
viernes, 14 de diciembre de 2007
BAILE DE FLORES
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El baile y las flores
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Las flores que se encontraban en la mesa se secaban
inexorablemente.
Cada vez que ella venía, traía consigo un ramo de rosas rojas que
colocaba en un florero del mismo color.
Mirando el calendario, contando los días y restando las horas
notó que ya habían pasado las tres semanas que los separaban
de su próximo encuentro.
El miedo a que al verse las cosas cambiaran era imposible alejar
de su cabeza. Sentado con una revista esperó ansiosamente una
llamada telefónica o algo que diera cuenta de la lejanía o cercanía
que lo dividía de su amante.
Un sonido de timbre llegó a su oído y de un salto corrió a abrir la
puerta. Al hacerlo, la decepción apareció cuando vio que frente a
él un tipo bajito y uniformado le traía noticias.
Al volver a su habitación, un nerviosismo creciente lo tomaba
por completo y las manos con el sobre entre ellas le tiritaban
como nunca. Abrió la carta y en ella sólo había palabras que le
reafirmaban el amor que Mariela sentía por él y lo mucho que
lo extrañaba.
Nada de fechas. Con un suspiro cerró los papeles y se apoyó en
su blanca almohada.
Pasaron tres días y a pesar de que nunca había botado las flores,
ya era inútil conservarlas.
Cuando el florero con agua evaporada y sin contenido retornó a la
mesa alguien llamó a la puerta.
Maximiliano se agitó y una corazonada lo paralizó antes de poder
dirigirse a la entrada.
Esta vez no se equivocó, la imagen de una mujer de mediana
estatura y finos rasgos esperaba ser atendida. Su cabello estaba
distinto, pues el color pasó del negro a un rojo que combinaba
con sus labios y porqué no decirlo, con las rosas que ocupaban
lugar entre sus dedos. Una mirada como de niña tímida,
los hombros encogidos y su frente apuntando al suelo, le daban
un aspecto de ternura que la hacía irresistible.
Sin saber cómo reaccionar, Maximiliano la abrazó sosteniéndola
como si quisiera escapar, aunque en el fondo fuese todo lo
contrario. Los brazos de ella le rodearon el cuello y sus manitos le
tocaron el pelo castaño.
Sin hablarse, sólo contemplándose el uno al otro, caminaron
hasta la habitación de él. Dejando las maletas a un lado, ella
se recostó en su cama y se quitó la chaqueta.
-Te traje…
Y no pudo terminar. Los labios de Mariela fueron cubiertos por
los de su amado quien no la dejó proferir lo que deseaba. No
faltaban las palabras, los cuerpos hablaron solos. En esas paredes
un baile sin música se gestaba entre ambos que sin dejar de
acariciarse danzaban al ritmo de los suspiros y de las agitaciones
que se escapaban en cada beso. Sabían perfectamente
cómo saciarse. Las manos buscaban los senos perdidos entre
las mantas y los días que los separaban; las lenguas se abrían
paso entre los cuellos y el resto de los hombros, y la espalda y
el abdomen; llegando a lo más delicioso y erótico de sus curvas.
Con los músculos contraídos y un vaivén como el de las olas,
eran llevados por el deseo de tenerse y la imposibilidad de
tocarse durante tanto tiempo. Todo era una escena memorable,
marcada por la sutileza y el cariño que se tenían mutuamente.
Al despertar, sus ojos vieron a Mariela desnuda durmiendo en su
misma cama, y cuando caminó al comedor para desarmar las
maletas, lo primero que vio fue el florero rojo, con rosas del
mismo color, deslumbrando con su belleza.
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Categoría: FLORES
martes, 11 de diciembre de 2007
MARIA Y SU HIJO
LA VIRGEN COMO ES GITANA
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La Virgen como es gitana,
a los gitanos camela,
San José como es gachón,
se rebela, se rebela.
...
La Virgen lavaba,
San José tendía,
La Virgen lavaba,
San José tendía,
ay , curricuti
ay curricuti curricutin,
agua le traía, agua le traía, agua le traía.
Madroños al niño no le demos más,
que con los madroños se pué emborrachar.
Que sí, que no, Rocío se llama la madre de Dios.
...
La Virgen vendió la mula,
porque le daba coraje,
San José como es gachon,
atrincó su correaje.
...
La Virgen lavaba,
San José tendía,
La Virgen lavaba,
San José tendía,
ay , curricuti
ay curricuti curricutin,
agua le traía, agua le traía, agua le traía.
Madroños al niño no le demos más,
que con los madroños se pué emborrachar.
Que sí, que no, Rocío se llama la madre de Dios.
...
Los gitanos son bronce,
y los payos de hojalata,
y el chaval del portal,
mejor que el oro y la plata.
...
La Virgen lavaba,
San José tendía,
La Virgen lavaba,
San José tendía,
ay , curricuti
ay curricuti curricutin,
agua le traía, agua le traía, agua le traía.
Madroños al niño no le demos más,
que con los madroños se pue emborrachar.
Que sí, que no, Rocío se llama la madre de Dios.
...
La Virgen estaba guisando,
y mirando por la ventana,
mientras que el niño cantaba,
como el coro de esta casa.
...
La Virgen lavaba,
San José tendía,
La Virgen lavaba,
San José tendía,
ay , curricuti
ay curricuti curricutin,
agua le traía, agua le traía, agua le traía.
Madroños al niño no le demos más,
que con los madroños se pue emborrachar.
Que sí, que no, Rocío se llama la madre de Dios.
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Categoría: POSTALES
martes, 4 de diciembre de 2007
LíMITES
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El mar:
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El mar.
La mar.El mar.
¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
En sueños la marejada
me tira del corazón;
se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste acá?
Gimiendo por ver el mar,
un marinerito en tierra
iza al aire este lamento:
¡Ay mi blusa marinera;
siempre me la inflaba el viento
al divisar la escollera!
...
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Rafael Alberti
Publicado por ana porras en 13:57 0 personas dejaron huella
Categoría: PAISAJES
EXPOSICIÓN SERIE FRAGMENTOS. CAFÉ ALAMEDA (SEVILLA)
FRAGMENTOS
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Los fragmentos constituyen la constancia de una previa destrucción, y ésta, confirma a su vez la necesaria creación anterior, por supuesto. Conforman pues los últimos residuos de algo, apenas mera constancia y memoria de lo que una vez fue; trozos, jirones, pobres despojos condenados a ser lentamente deglutidas por ese sideral camión de basuras que es el Tiempo. Pero los artistas, junto a la capacidad de ver en ellos lo contrario de lo que son, también poseen la mágica capacidad de insuflarles vida a pesar de todo, es decir; de crear precisamente con la destrucción.
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Desde Yavé, que creó a la mujer con la costilla que al parecer le sobró de un trabajo anterior, pasando por Gepetto, que fabricó a su criatura partiendo de unos retales de madera de pino, llegamos hasta Ana Porras, que a golpes de tijera (¡tris! ¡tras!), hace que el papel couché y su vacuo contenido se metamorfoseen, gracias a su aliento creativo, en esa realidad trascendida que llamamos Arte:
Desde Yavé, que creó a la mujer con la costilla que al parecer le sobró de un trabajo anterior, pasando por Gepetto, que fabricó a su criatura partiendo de unos retales de madera de pino, llegamos hasta Ana Porras, que a golpes de tijera (¡tris! ¡tras!), hace que el papel couché y su vacuo contenido se metamorfoseen, gracias a su aliento creativo, en esa realidad trascendida que llamamos Arte:
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Las carnes expuestas al sol playero de una famosilla cualquiera (¡tris!, ¡tras! y una lengüetada de pegamento) devienen luminosa bailarina que modela su cuerpo bajo un cielo que antes fue piso de autopista o muro de chalé marbellí, la rodaja de tomate ensaladero (¡tris! ¡tras!) en luminosa sonrisa enamorada, el comercial muestrario de telas (¡tris! ¡tras! y nueva lengüetada de pegamento) en fragante ramillete de flores… Igual que otra hada –no sé si recuerdan- que, no a golpes de tijera, sino de varita también mágica, transformó (¡plin!) a los ratones en soberbios alazanes blancos, (¡plin!) al melancólico lagarto en distinguido lacayo, (¡plin!) a la calabaza en carroza…
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José Velasco
Las carnes expuestas al sol playero de una famosilla cualquiera (¡tris!, ¡tras! y una lengüetada de pegamento) devienen luminosa bailarina que modela su cuerpo bajo un cielo que antes fue piso de autopista o muro de chalé marbellí, la rodaja de tomate ensaladero (¡tris! ¡tras!) en luminosa sonrisa enamorada, el comercial muestrario de telas (¡tris! ¡tras! y nueva lengüetada de pegamento) en fragante ramillete de flores… Igual que otra hada –no sé si recuerdan- que, no a golpes de tijera, sino de varita también mágica, transformó (¡plin!) a los ratones en soberbios alazanes blancos, (¡plin!) al melancólico lagarto en distinguido lacayo, (¡plin!) a la calabaza en carroza…
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José Velasco
Publicado por ana porras en 12:44 0 personas dejaron huella
Categoría: Exposiciones
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